No hay azar para un fotógrafo.
Le pasa lo que anda buscando
Bernard Plossu

lunes, 28 de septiembre de 2009

Alfred Stieglitz

Por Giorgia O'Keeffe
"Stieglitz me fotografió por primera vez, en la galería 291, en la primavera de 1917.
Yo había ido en tren desde Texas para estar en mi segunda muestra de acuarelas y pinturas. Unas pocas semanas después de mi regreso, me llegaron las fotografías: dos retratos de mi rostro contra una de mis enormes acuarelas y tres fotos de mis manos. Las mostré en mi clase. Todos estaban sorprendidos. Nada como eso habia entrado en nuestro mundo antes.


Al principio, Stieglitz utilizaba placas de vidrio, más pesadas que los negativos, después de la Primera Guerra, los papeles no se hicieron más. Eastman desarrolló la cantidad y abandonó la idea de calidad. Las impresiones de palladio eran de un marrón muy    pálido.








Por esos lentos negativos de vidrio yo debía quedarme quieta durante tres o cuatro minutos. Muy difícil. Uno pestañea, la boca se crispa, la oreja pica, los brazos y manos se cansan y no puedes quedarte quieta. Yo siempre estaba echando a perder alguna foto porque no podía evitar moverme.
La cámara estaba cerca de la pared y, además, había un sucio paraguas blanco, enorme, lo usaba para echar luz en la oscuridad.
Stieglitz tenía un ojo muy filoso para lo que quería expresar con la cámara.
Cuando miro las fotos que me tomó (algunas de ellas hace mas de sesenta años), me pregunto quien era esa persona. Es como si en mi unica vida, hubiera vivido muchas otras.
Si la persona de esas fotos estuviese viviendo ahora, seria una persona distinta, pero eso ya no importa, dado que el fotografiò a la mujer de ese entonces.
Su idea del retrato no era solo una foto. Era como si un retrato fuese un diario fotogràfico
Las imàgenes son difìciles de definir. Imposibles de reproducir exactamente. Son las interpretaciones de quien imprime. Cada impresiòn, incluso de un mismo negativo, podian decir algo distinto cada vez que èl las imprimia.
Supe en ese momento que quiza era prejuiciosa con Stieglitz, pero note eso entonces, como lo noto ahora, y que viviendo con el por 30 años, fui capaz de conocerlo mas que nadie, las mejores y las peores cosas.
Era tan querible como odiable. No habia intermedios.
Le dio vuelo al espiritu y fe a mucha gente.


Pensaba en voz alta y sus opiniones a la mañana podian ser muy diferentes por la noche. Por eso cuando la gente lo citaba hacia afirmaciones muy contradictorias.
Se producia un gran poder cuando hablaba. Todos parecian creer lo que decia aunque no fuese verdad.
Su poder destructivo era tan grande como su poder constructivo. Los extremos iban juntos.
Tenia un crecimiento constante como un oceano. Era como si algo candente y oscuro estuviera dificultando a la estrella más alta y más brillante.
Para mí, siempre fue mucho más maravilloso en su trabajo que como ser humano.


Creo que fue su trabajo lo que me mantuvo a su lado. Lo amaba, y pude ver su fuerza y su debilidad. Soporté lo que me parecía un enredo de contradicciones sin sentido, por lo que me parecia luminoso, claro y maravilloso.
Nunca llegamos a hacer un viaje para fotografiar. Su ojo estaba en él, y lo usaba en cualquier cosa cercana.
Quizá ésa era una razón por la que siempre se fotografiaba a sí mismo tambien."


Fragmentos de la introducción al libro: "Retratos de Giorgia O'Keeffe", de Fotografias de Alfred Stieglitz.
Traducción: Guadalupe Arias.

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